martes, julio 22, 2008
María, la hermana de Marta
Fuente: Catholic.net
Autor: P. Juan J. Ferrán
María es la otra parte de la moneda. Dos hermanas santas, pero tan distintas. Ella, María, se inclina por la oración y la reflexión: para ella lo primero era oír al Maestro. Después vendría todo lo demás. Parece una postura cómoda y fácil, pero tal vez cueste más esta segunda postura que la de Marta y por ello Cristo la defiende cuando Marta la increpa, dirigiéndose a Jesús, como si buscara Marta que él confirmara su pensamiento.
María, mujer de oración, de reflexión, de trascendencia nos ofrece la otra forma de vivir: la vida en profundidad, la vida de cara a la eternidad, la vida terrena en función de la vida de cara a Dios. Se pone a los pies de Jesús, como símbolo de un interés suyo por lo que considera verdaderamente importante. Y Jesús se lo reconoce: Elegió la mejor parte y nadie se la quitará. Es que quien vive de cara a esta verdad tiene al menos sobre la vida una visión que le conducirá a la paz y al gozo verdaderos.
María es el símbolo de una parte de la humanidad que ha encontrado en la fe y en el sentido de la vida la respuesta a sus más profundos interrogantes y preocupaciones. Lo que nadie entiende con el pensamiento humano y racionalista, se ve de otra manera a la luz de la fe y de Dios. Así encuadra todo, incluso el dolor y el sufrimiento, a los que tanto tememos. En clave de fe las dificultades, las luchas, los trabajos se convierten en haces de luz que nos pueden guiar a la dicha en lugar de a la desesperación.
María nos invita a acercarnos a Dios y a ver la vida a través de Él. Será todo tan distinto, tan diverso! Inspira tanta paz María a los pies de Cristo que Marta siente envidia. Cómo necesita hoy la humanidad esta paz, esta tranquilidad, este sentido de las cosas, esta escala de valores! El mundo sería distinto sin el hombre mirara al cielo. Las familias tendrían otra consistencia si se comprendiera lo que es realmente importante. Los que sufren darían al sufrimiento un valor de eternidad. Todos seríamos más felices, porque sabríamos para qué vivimos, cuál es en definitiva el fin del hombre sobre la tierra.
Preguntas y comentarios al autor de este artículo
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Autor: P. Juan J. Ferrán
María es la otra parte de la moneda. Dos hermanas santas, pero tan distintas. Ella, María, se inclina por la oración y la reflexión: para ella lo primero era oír al Maestro. Después vendría todo lo demás. Parece una postura cómoda y fácil, pero tal vez cueste más esta segunda postura que la de Marta y por ello Cristo la defiende cuando Marta la increpa, dirigiéndose a Jesús, como si buscara Marta que él confirmara su pensamiento.
María, mujer de oración, de reflexión, de trascendencia nos ofrece la otra forma de vivir: la vida en profundidad, la vida de cara a la eternidad, la vida terrena en función de la vida de cara a Dios. Se pone a los pies de Jesús, como símbolo de un interés suyo por lo que considera verdaderamente importante. Y Jesús se lo reconoce: Elegió la mejor parte y nadie se la quitará. Es que quien vive de cara a esta verdad tiene al menos sobre la vida una visión que le conducirá a la paz y al gozo verdaderos.
María es el símbolo de una parte de la humanidad que ha encontrado en la fe y en el sentido de la vida la respuesta a sus más profundos interrogantes y preocupaciones. Lo que nadie entiende con el pensamiento humano y racionalista, se ve de otra manera a la luz de la fe y de Dios. Así encuadra todo, incluso el dolor y el sufrimiento, a los que tanto tememos. En clave de fe las dificultades, las luchas, los trabajos se convierten en haces de luz que nos pueden guiar a la dicha en lugar de a la desesperación.
María nos invita a acercarnos a Dios y a ver la vida a través de Él. Será todo tan distinto, tan diverso! Inspira tanta paz María a los pies de Cristo que Marta siente envidia. Cómo necesita hoy la humanidad esta paz, esta tranquilidad, este sentido de las cosas, esta escala de valores! El mundo sería distinto sin el hombre mirara al cielo. Las familias tendrían otra consistencia si se comprendiera lo que es realmente importante. Los que sufren darían al sufrimiento un valor de eternidad. Todos seríamos más felices, porque sabríamos para qué vivimos, cuál es en definitiva el fin del hombre sobre la tierra.
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