viernes, octubre 31, 2008

 

¿Te encontrarás un día entre los grandes?


¿Te encontrarás un día entre los grandes?

Fuente: Catholic.net
Autor: P Mariano de Blas


Mañana, Fiesta de todos los Santos...

Fiesta de muchos, de muchos valientes, de muchos que ganaron a pulso un galardón eterno.

¡Cuántos son! ¡Qué buenos son! ¡Cómo quisieras ser como ellos! Pero del quisiera al quiero, media un trecho muy grande.

Quisieras ser escritor, quisieras hablar con gracia, quisieras hablar por televisión, quisieras... Por ahí andan millones llevando durante toda la vida sus quisieras en sus pupilas y en su imaginación, y los entierran así, con sus quisieras y unas palabras de tierra.

¡Cuánto quisieras tú encontrarte un día en esa fila de bienaventurados que van llenando los escaños de la gloria! ¿Será tan difícil obtener el boleto? ¿En este momento cómo andarán tus ganancias? ¿Te encontrarás un día entre los grandes?

Son de todas las edades, de todos los tiempos, y aún no concluyen las entradas; entre las que faltan está la tuya. Todavía hay tiempo de ganar un lugar, tu lugar, tu escaño vacío que te espera.

Ser santo fue desde tu infancia un sueño dorado y en tu edad madura es un sueño que no ha muerto, sigue siendo tu meta primera: A veces parece que muere, cuando te revuelcas en tu sangre con el ánimo destrozado, pero te levantas muchas veces, todas las que es necesario, y lo vuelves a intentar. Mientras duren los días, la esperanza está abierta y se puede.




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¿Imágenes eternas?


¿Imágenes eternas?

Fuente: Catholic net
Autor: P. Fernando Pascual L.C.

Gracias a los fotógrafos, hemos visto millones de veces, "inmortalizados", a políticos y artistas, deportistas y científicos. Con su cámara y su destreza, desde ángulos y luces caprichosas, unos profesionales o simples aficionados "eternizan" acontecimientos y personajes.

¿Eternizan? ¿Inmortalizan? ¿No será que estamos abusando del lenguaje? La fotografía, ciertamente, fija, conserva, un segundo en el devenir humano. La imagen queda, pasa a los libros, a la prensa, a internet... Queda, dicen, eternamente...

Pero la eternidad es otra cosa. Las fotos nos dejan sólo eso: un instante. La sonrisa del político que ayer vencía en las elecciones hoy es una mueca de desilusiones que nadie observa. El futbolista que levanta la copa del mundo entre los aplausos de un estadio abarrotado, sufre hoy con amargura por problemas familiares. El cantante que era tan fotografiado vive ahora en un hospital con pocos amigos y mucha angustia.

En el fondo, detrás de imágenes, historias, narraciones, se esconde esa fama que depende de los muchos o pocos que admiran a los "grandes". Una fama que cambia como el viento, que engaña, que presenta a los malos como buenos y a los buenos como malos. Una fama que a veces exalta a personajes llenos de defectos e ignora a gente sencilla de corazón de oro. Una fama que no sirve para nada a la hora de la muerte, aunque millones recuerden al cantante famoso, a la actriz excepcional, al político de la palabra fascinante.

Sería triste que la fama nos lleve a olvidar ese destino que a todos nos espera. Caminamos hacia una meta, vamos poco a poco hacia eternidades verdaderas. Esas que no duran lo poco o lo mucho que pueda durar la fama o el recuerdo de quienes un día lloran la noticia de una muerte y mañana olvidan todo lo que aplaudieron con tanto afecto.

Son verdaderas sólo aquellas eternidades que no se apoyan en papeles, historias, recuerdos, tumbas hoy rodeadas de flores y mañana llenas de agujeros. Eternidades que se basan en un Amor infinito, el del Dios eterno, que ama y que invita a amar, que cuida de cada flor, de cada jilguero, de un niño y de un anciano que no tienen albums de fotos ni fama entre los aplausos de la historia demasiado humana.

Ante la eternidad del cielo la fama, el triunfo, el dinero, se evaporan. Porque allí cuenta sólo lo que aquí amamos, lo que dimos al pobre, al hambriento, al enfermo, al triste. Porque allí entrará quien, tal vez escondido, lejos de las cámaras y la prensa, supo cuidar a su madre anciana, supo perdonar al enemigo traicionero, supo decir una palabra de esperanza a un corazón atribulado.

¿Queremos "eternizar" este día, este momento que Dios pone en nuestras manos? Entonces, simplemente, amemos. Para ser semejantes a un Dios eternamente bueno, que ama y tiende la mano (sin fotógrafos) a cada uno de sus hijos muy amados.




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La tríada gloriosa. Con las tres teologales


35. La tríada gloriosa. Con las tres teologales

Fuente: Catholic.net
Autor: Pedro García Misionero Claretiano

A un gran músico, y excelente director de capilla, le oí enseñar y hacer cantar esta simple oración jaculatoria que acababa de componer:

- ¡Dame tu amor, ¡oh mi Dios!, lo demás no vale nada!

Los muchachos y muchachas del coro - que formaban un grupo juvenil muy escogido y muy comprometido con la Iglesia- la cantaban como es de suponer. ¡Qué fe! ¡Qué entusiasmo! ¡Qué ardor!... Eran las tres virtudes teologales en labios cristianos…

Con este recuerdo en mi mente, he pensado en esa petición que sale tantas veces en las oraciones del culto, dicha de una manera o de otra:

"Aumenta en nosotros la fe, la esperanza y el amor".

Cualquiera podría pensar que esas oraciones están inspiradas desde el principio de la Iglesia por Pablo, ya que tantas veces las cita juntas en sus cartas.

Como cuando dice:

"Mediante la fe, nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios; y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado" (Ro 5,2-5)

O estas otras:

"Nosotros, en el Espíritu, esperamos la santidad anhelada, por la fe que actúa mediante la caridad" (Ga 5,5-6)

El cristiano trabaja sin rendirse nunca, siempre encendido en amor, sabiendo que la santidad y la gloria, propuestas por la fe, las tiene con la esperanza al alcance de la mano.

Como hacían aquellos cristianos a los que alaba Pablo:

"Tengo noticia de su fe en Cristo Jesús y del amor que derrochan con todos los hermanos, a causa de la esperanza de la gloria que les está reservada en los cielos" (Col 1,4-5)

¿Para qué seguir citando textos y más textos de San Pablo? Con todos ellos nos dice el Apóstol siempre lo mismo:

  • ¡Fe!... Crean en Dios y fíense de Él.
  • ¡Esperanza!... Vivan de ella, que quien espera no se cansa ni se agota nunca.
  • ¡Amor!... Sobre todo, ¡amen! Que quien ama lo tiene todo. Al que ama no le falta nada en absoluto, y todo lo demás le sobra.

    ¿Por qué Pablo nos puede hablar así?...

    Muy sencillo. Porque tenía muy claro y muy metido en la cabeza lo que dijo a los Corintios al acabar su grandioso himno al amor:

    Ahora tenemos la fe, la esperanza y el amor. ¡Estas tres! Pero sepan y tengan siempre muy presente que, de las tres, la primera, la más importante, la más grande de todas es el Amor.

    La vida cristiana se vive y se desarrolla con estas tres virtudes que llamamos "teologales", es decir, "de Dios", porque nos vienen directamente de Dios, infundidas por Él en el bautismo, y nos llevan también directamente a Dios.
    DE Dios y A Dios. Ésta es su fórmula precisa.

    Se confiesa con gran convicción: ¡Dios mío, creo en ti! No te veo, pero sé que eres Tú...

    Se sigue con gran seguridad: ¡Dios mío, espero en ti! Sé que un día te veré…

    Se repite mil veces con pasión: ¡Dios mío, te amo!...Y decimos la verdad.

    Esto que parece tan sencillo es lo más grande que se puede hacer. Y es el Espíritu quien mueve así la oración, como nos asegura Pablo:

    "Nadie es capaz de decir si quiera 'Jesús es Señor' sino en el Espíritu Santo" (1Co 12,3)

    La grandeza de a FE la descubrimos de modo especial en unas palabras de la carta a los Hebreos (Hbr 11,1):

    "Es la fe una convicción de las cosas que se esperan, una prueba de lo que no se ve"

    Es decir: Dios nos ha prometido la salvación plena en Jesucristo, que un día volverá para meternos en su gloria…
    ¿Estamos seguros de ello? ¿Podemos fiarnos del todo? ¿Es cierto lo que Dios nos dice?...

    Todas estas preguntas se las puede hacer cualquiera, pero el único que se las responde con toda firmeza es el creyente.
    Y se las responde de modo especial mirando a Jesucristo en la Cruz, pues se dice cuando no ve solución a los muchos problemas de la vida:

    - ¡Ahí, ahí está el que me ama y me quiere y me puede salvar!...
    Se entrega entonces a Jesucristo, le acepta con fe en toda su verdad, espera en todo lo que le promete, y, sobre todo, le ama.

    En este creer, en este amar y en este esperar, está la salvación. Pablo lo expresa con aquel su grito ardiente, al ver al Cristo Crucificado:

    "¡Que me amó, y se entregó a la muerte por mí!"... (Ga 2,20)

    ¿No es esto lo que necesita el mundo moderno, que se desespera tantas veces por no saber a quién revolverse en medio de tantos males como aquejan a la humanidad?

    Jesucristo creído. Jesucristo amado. Jesucristo en quien se puede esperar contra toda esperanza, es la salvación única que le resta al mundo y a cada hombre o mujer en particular. Así lo ha dispuesto Dios, y así es.

    Con la fe cristiana se valoraría al hombre en lo que es, sin oprimirlo jamás.

    Con el amor cristiano sería un imposible consentir tanto mal como ven nuestros ojos.

    Con la esperanza cristiana en la promesa de Dios se trabajaría con ilusión, sabiendo que el trabajo no es inútil en el Señor, como nos asegura Pablo (1Co 15,58)

    Estas tres palabras - fe, esperanza, amor - las mezclamos, las combinamos, les damos el orden que queramos, y siempre nos dan el mismo resultado.

    ¿Por qué amo? Porque espero en algo más grande que yo y que me llenará del todo.
    ¿Por qué espero? Porque creo en lo que se me dice, en lo que se me promete.
    ¿Por qué creo? Porque sé quién es el Dios que me habla y me fío de Él en todo.
    La fe lleva a la esperanza.
    La esperanza lleva al amor.
    El amor colma todos los anhelos del corazón.

    Y la esperanza, que nace de la fe y desemboca en el amor, no va a decepcionar.
    Como el amor es el impulso y el motor de toda la vida, al amar se cumple todo el bien con Dios y con los hombres;
    al amar, no se hace mal alguno;
    al amar, se cumple con todo bien;
    amando, el hombre y la mujer, el anciano igual que el niño, el sano como el enfermo, el rico y el pobre…, todos a la una se realizan plenamente en la vida, y al final quedan sepultados en el Dios "que es amor" y en el que vivirán de amor para siempre.


    Aquellos jóvenes nos enseñaron a gritar a Dios:

    "Dame tu amor, ¡Oh mi Dios!, lo demás no vale nada".

    Era un grito de fe, cargado de esperanza.
    Y, ciertamente, que los chicos no iban por nada desorientados, sino encaminados por la mejor de las sendas…





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    jueves, octubre 30, 2008

     

    Tener amigos


    Tener amigos

    Fuente: Catholic net
    Autor: P. Fernando Pascual L.C.

    Otra vez suena el portátil. ¿Quién será? Veo el número, el nombre. Una sonrisa aparece en mis labios: ¡un amigo!

    Muchas veces quisiéramos tener un buen amigo: alguien que piense en nosotros, que esté a nuestro lado, que comparta los propios sueños y aventuras, al que podamos ayudar y que sea el primero en darnos una mano.

    La amistad implica siempre, como mínimo, a dos personas: no hay amigos si solamente es uno el que ama a otro. La amistad exige, por lo tanto, correspondencia: dos para los buenos y malos momentos, dos que caminan juntos, dos dispuestos a dar y recibir, dos que saben ayudar y acoger la mano que viene a levantar al caído.

    La amistad empieza precisamente allí donde el trato descubre que el otro vale, que es un "tesoro", que merece todo mi amor, mi tiempo, mis cansancios, mis consejos. Porque su vida es maravillosa, porque "estoy hecho" para amar, porque no puedo vivir solo, porque él también necesita de mis manos y de mis sueños.

    La Biblia canta la belleza del amigo. Especialmente en el libro del Sirácide, donde podemos leer estos versos:

    "Si te echas un amigo, échatelo probado,
    y no tengas prisa en confiarte a él.
    Porque hay amigo que lo es de ocasión,
    y no persevera en el día de tu angustia.
    Hay amigo que se vuelve enemigo,
    y descubrirá la disputa que te ocasiona oprobio.
    Hay amigo que comparte tu mesa,
    y no persevera en el día de tu angustia.
    Cuando te vaya bien, será como otro tú,
    y con tus servidores hablará francamente;
    mas si estás humillado, estará contra ti,
    y se hurtará de tu presencia.
    De tus enemigos apártate,
    y de tus amigos no te fíes.
    El amigo fiel es seguro refugio,
    el que lo encuentra, ha encontrado un tesoro.
    El amigo fiel no tiene precio,
    no hay peso que mida su valor.
    El amigo fiel es remedio de vida,
    los que temen al Señor lo encontrarán.
    El que teme al Señor endereza su amistad,
    pues como él es, será su compañero" (Sirácide 6,7-17).

    Es especialmente conmovedor el relato de la amistad entre Jonatán y David. El primero, hijo de Saúl, vence la rabia de su padre, está dispuesto a perder el trono con tal de darse al amigo. El segundo, un hombre de campo, abre su corazón al amigo, con la certeza de que no será traicionado (cf. 1Sam 18,1-20,42).

    El modelo más perfecto del verdadero amigo es Cristo. Para Él, el Señor, no somos siervos, sino amigos: por eso nos enseña todo lo que ha escuchado del Padre. No busca sólo caminar entre los hombres, sino que muestra su amor hasta dar la vida por nosotros, para salvarnos, para el perdón de los pecados. Por eso puede pedirnos que le amemos, que vivamos según su doctrina y sus mandatos (cf. Jn 15,9-17). Jesús nos permite descubrir que, realmente, Dios es amigo de los hombres (cf. Sab 7,23 y Catecismo de la Iglesia católica nn. 1371 y 2665), que busca nuestro bien y desea nuestra correspondencia, nuestra entrega de amor.

    Tener amigos es un modo profundo y rico para desarrollar y vivir la virtud de la castidad. Así lo explica el Catecismo de la Iglesia católica (n. 2347):

    "La virtud de la castidad se desarrolla en la amistad. Indica al discípulo cómo seguir e imitar al que nos eligió como sus amigos (cf. Jn 15,15), a quien se dio totalmente a nosotros y nos hace participar de su condición divina. La castidad es promesa de inmortalidad. La castidad se expresa especialmente en la amistad con el prójimo. Desarrollada entre personas del mismo sexo o de sexos distintos, la amistad representa un gran bien para todos. Conduce a la comunión espiritual".

    Tener amigos. Hoy puede ser un momento para recordar tantos rostros, tantas sonrisas, tanto afecto recibido. Hoy, sobre todo, puede ser un día dedicado a no pensar en si soy querido, en si me han llamado más o menos amigos al móvil.

    Esta vez me toca a mí buscar, llamar, ofrecer, esperar. Tomaré el teléfono, cogeré las llaves de casa, saldré a ver a ese amigo, tal vez pobre o enfermo, deseoso de mi mirada, de mi sonrisa, de mi esperanza, de mi amor (que es caridad cristiana) sincero y pleno. A ese amigo que lo merece todo, porque también Cristo lo ha amado, y porque el mismo Cristo desea que mi amor, pequeño y pobre, se una al Suyo, capaz de redimir y de otorgar el gran don de la paz y la alegría.


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    Judas y Simón, hombres que cambiaron sus valores


    Judas y Simón, hombres que cambiaron sus valores

    Fuente: Catholic.net
    Autor: P Juan J. Ferrán


    Vamos a contemplar en estos dos Apóstoles ese cambio profundo de vida. Son para nosotros los hombres que cambiaron sus valores políticos religiosos por una vida al lado de Cristo basada en la humildad, en la mansedumbre y en el perdón.


    Pertenecían según podemos saber al grupo de los celotes, un grupo de judíos convencidos de su fe y de sus tradiciones, pero que combatían al opresor romano y esperaban un Mesías que los liberara de aquella opresión. Cristo les sale al paso, sin importarle su militancia y sus convicciones, y les invita a seguirle. Ello va a suponer un cambio de mentalidad, una conversión interior, un abandono de algo muy metido en sus corazones. Así se convertirán con el tiempo en hombres que lucharán por liberar al hombre de otras esclavitudes distintas a las políticas: la esclavitud del pecado, la esclavitud de las pasiones, la esclavitud, sobre todo, del propio yo. En este contexto vamos a contemplar el cambio que lógicamente se tuvo que realizar en ellos.


    Del odio al amor.

    Sabemos que todo judío odiaba a los romanos. Aquello sólo era símbolo de una realidad que se repite en el corazón del hombre: el rencor, el odio, la acepción de personas. Al ser llamados por Cristo Judas y Simón empiezan a comprender que el Maestro centra su mensaje en el amor, en el perdón, en el olvido de las ofensas. Sin duda, en su interior tuvo que darse una revolución profunda, difícil, sangrante. Pero poco a poco empezó a entrar en ellos la comprensión de una nueva visión del hombre, no como enemigo, sino como hermano, hijo del mismo Padre, que ama a todos y hace salir el sol sobre buenos y malos. Así el odio, el rencor, la venganza fueron desapareciendo y en su lugar se situaron la paz, la oración por los enemigos, el amor.


    De la ira a la mansedumbre.

    Los celotas emprendían campañas de acoso violentas contra los romanos, aunque casi siempre llevaron las de perder. Les movía en rencor, y el rencor engendra ira y violencia. Desde el principio Judas y Simón empezaron a escuchar del Maestro palabras de mansedumbre: Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra (Mt 5,4). ¡Qué difícil debió ser para ellos abandonar el camino de la ira para acercarse a los hombres con bondad, con respeto, con comprensión! Sin embargo, estamos seguros de que pronto comprendieron que aquel camino lograba mejores frutos en la relación entre los hombres. No les pedía Cristo que destruyeran su forma de ser, sino que emplearan para el bien aquella fuerza interior que un día usaron mal, porque la pusieron al servicio de sus pasiones.


    Del Dios de la venganza al Dios del amor.

    También Judas y Simón tuvieron que entrar por medio de Cristo, Dios hecho hombre, a la comprensión de un Dios distinto, un Dios que es Padre bondadoso, amable, bueno. Esta conversión debió ser dura para hombres que tenían una clara conciencia de ser parte del pueblo elegido y que precisamente rechazaban a los romanos porque éstos intentaban arrebatarles su fe, sus costumbres, sus tradiciones. Es curioso, pero Dios nos pide que amemos incluso a quienes le odian a Él, a quienes le persiguen en su Iglesia, a quienes parecen enemigos irreconciliables de la fe. Más aún, nos asegura que con el amor convenceremos al mundo de la autenticidad de nuestra fe.


    A la luz del Evangelio de Cristo y del ejemplo de estos dos Apóstoles, nosotros, hombres de hoy, tenemos que revisar nuestra vida y decidir qué cambios debemos realizar para ser cristianos de veras. ¿Qué nos puede pedir Dios tomando como punto de referencia los valores de la humildad, de la pobreza y de la abnegación? Sin duda, podrían ser muchísimas cosas e, incluso, cada uno tendrá necesidades distintas. Sin embargo, vamos a repasar algunas de las exigencias contenidas en estos valores para nosotros, hombres, padres de familia, esposos, profesionales, miembros de la Iglesia.

  • Dios nos pide en primer lugar un cambio de mentalidad. Con frecuencia nuestra mente, nuestra inteligencia, nuestra razón están prisioneras de lo material, de lo cotidiano, de lo intrascendente, de lo inmediato. Parecemos ciudadanos de una tierra sin horizontes y sin futuro. Nos parecemos a aquel hombre rico que, tras una buena cosecha, se construye unos grandes graneros y se invita a sí mismo a vivir bien (Lc 12, 16-21). ¡Cómo necesitamos levantar nuestra mirada a la eternidad, dar prioridad a lo espiritual, apreciar más las realidades importantes de la vida como la fe, la familia, la amistad! No nos resulta fácil esta liberación, porque además vivimos en una sociedad que sólo nos habla de bienestar, de comodidad, de éxito, de eficacia. Sin embargo, con los días y con los años vamos saboreando el sabor amargo de una vida que se encierra sobre sí misma sin horizontes y sin futuro.

    Tenemos que decidirnos, pues, por dar prioridad al espíritu y a sus cosas sobre la materia, poniendo a Dios como centro de nuestro vida, y no a nosotros como centro de Dios. Tenemos que optar por la oración, por los sacramentos, por las practicas religiosas en lugar de dejarlas relegadas por culpa de nuestras ocupaciones. Tenemos que ser hombres de vida interior más que de acción. Tenemos que defender más la familia que el trabajo. Tenemos que cuidar más la paz interior que las cuentas bancarias.


  • Dios nos pide en segundo lugar un cambio de corazón. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne (Ez 36, 26). El corazón de piedra es ese corazón endurecido por el racionalismo, el orgullo, la autosuficiencia, la vanidad, el sentido de superioridad. Y el corazón de carne es ese otro corazón humilde, anclado en la fe, sencillo, sin complicaciones, cordial. Es muy necesario para nosotros los hombres abandonar esa falsa madurez que nos conduce frecuentemente a actitudes marcadas por el individualismo, la seguridad, la fuerza, pero que encierran tal vez posturas egoístas, cobardías inconfesables, miedo a la verdad. Tenemos que hacernos como niños. Tenemos que aceptarnos como limitados. Tenemos que aprender a equivocarnos sin rubores. Tenemos que decidirnos a pedir ayuda a los demás y a recibir de los demás con paz sugerencias, correcciones. Tenemos, en definitiva, que dejar los hábitos del hombre viejo para asumir los del hombre nuevo, creado a imagen de Cristo.

  • Dios nos pide en tercer lugar un cambio de actitudes. Con frecuencia nuestra vida responde a un esquema que difícilmente alteramos con los años. Nos convencemos de unas prioridades que casi sacralizamos; nos instalamos en unas costumbres que no dejamos por ningún motivo; nos hacemos dueños de unos prejuicios que nadie nos hará cambiar; nos aficionamos a un estilo de vida que no nos complique nuestra relación con el entorno; nos ponemos unos límites para no dar más de nosotros mismos; nos diferenciamos de todos para poder vivir a gusto con nuestra mediocridad. Hay que cambiar en todos estos campos, tras los cuales se puede ocultar desde la pereza hasta la presunción, desde la mentira hasta la avaricia, desde la cobardía hasta la falsa prudencia.

    Por el contrario, tenemos que abrirnos al cambio, abandonar prejuicios, convencernos de nuestras mentiras, romper con nuestros hábitos egoístas, abrir las puertas a una vida más marcada por los sentimientos y la afectividad. Y evidentemente todo ello para ser personas equilibradas, ricas interiormente, abiertas a la felicidad, pues Dios nos quiere así.




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    El himno incomparable al Amor.



    34. El himno incomparable al Amor. ¡Ese capítulo trece!

    Fuente: Catholic.net
    Autor: P. Pedro García Cmf
    Tenemos muy presente la última palabra que nos dirigió Pablo. Después de habernos hablado de tantos carismas, nos lanzaba el guante:

    - ¿Les señalo otro carisma mejor? ¿Lo quieren recoger? ¿Quieren amar mucho?...

    Muy bien. Sin embargo, hoy no vamos a comenzar con Pablo, sino con una criatura de nuestros tiempos por demás querida: Teresa de Lisieux, más conocida como Santa Teresa del Niño Jesús.

    Jovencita, y encerrada en un convento de clausura, quería tener todos los carismas, todos los dones, todas las vocaciones. Eso era imposible, naturalmente. En su preocupación, tomó la Biblia, le salió San Pablo, y… dejémosle que nos lo cuente todo ella misma:

    "Durante la oración abrí las epístolas de San Pablo y se me ofrecieron ante los ojos los capítulos 12 y 13 de la primera carta a los Corintios. Leí allí que no todos pueden ser apóstoles, profetas, doctores y demás…, que la Iglesia está compuesta de diferentes miembros, y que el ojo no puede ser, al mismo tiempo, la mano.

    "La respuesta era clara. Yo no podía tener todos los carismas.

    "Proseguí la lectura y esta frase me llenó de gozo: 'Busquen con ardor los dones más perfectos; y yo les voy a mostrar el camino más excelente'.

    "Y el Apóstol explica cómo todos los otros dones, sin el Amor, no son nada…
    "Comprendí que el Amor encierra todas las vocaciones, que el Amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y todos los lugares, en una palabra, ¡que es eterno!...
    "Entonces, en un exceso de alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, por fin he hallado mi vocación! ¡Mi vocación es el Amor!".


    Estemos seguros de que Pablo no ha encontrado un comentarista como esta muchacha, cuyas palabras son a estas horas inmortales.

    Con amor, todos los carismas del Espíritu Santo son joyas valiosísimas, tanto para la Iglesia, que es su destinataria, como para quien ha recibido el carisma. Sin el amor, del que Pablo nos quiere decir hoy algo, todo es pura palabrería y vaciedad.

    Hay que ir ya a Pablo, que en la página del capítulo trece de la primera carta a los de Corinto se ha mostrado genial como nunca.
    Este canto al amor es lo más sublime que se ha escrito y entonado en el mundo, y constituye a la vez una de las páginas más grandiosas de la Biblia.

    Les viene a decir a los de Corinto:

    - Se ven ustedes enriquecidos como ninguna otra comunidad con dones sin cuento del Espíritu Santo: ¡qué profetas, qué obradores de milagros! ¡hay que ver cómo hablan en otras lenguas!...

    Los corintios podían sentirse halagados con estas palabras. Pero sigue Pablo:

    - Sin embargo, están en los principios. Todos esos carismas que los engolosinan no valen para nada en comparación del que ahora les voy a mostrar: ¡el amor! El amor vale más que todos ellos juntos.

    Pablo se presenta como si tuviese todos los carismas, para decir:

    "Aunque yo hable las lenguas de todos los hombres y de los mismos ángeles, si no tengo amor soy como un bronce que suena o como un címbalo que aturde.
    "Aunque tenga el don de profecía, y conozca todos los misterios y toda la ciencia; aunque tenga tanta fe que sea capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.
    "Aunque reparta todos mis bienes en beneficencia, y aunque entregue mi cuerpo a las llamas como un mártir, si no tengo amor, no me aprovecha nada".


    Al dictar Pablo estas palabras a su secretario no hace sino dejar hablar a su corazón arrebatado. Sin ser poeta ni versificador, Pablo estalla en un verdadero himno como tantos de la Biblia, pero superior a todos ellos. Hasta literariamente es una obra maestra.

    De esta introducción tan elevada sobre el Amor - el amor a Dios en especial -, desciende ahora Pablo al comportamiento del amor fraterno, al parecer rutinario y trivial, pero con observaciones llenas de prudencia y de un valor psicológico extraordinario.
    ¿Cómo es el amor verdadero?... Y nos dice:

    "El amor es paciente, es amable;
    "el amor no es envidioso, ni busca aparentar;
    "el amor no se engríe, ni actúa con bajeza;
    "el amor no busca su interés, ni se irrita;
    "el amor no guarda recuerdo de las ofensas, sino que las perdona;
    "el amor nunca se alegra de la injusticia, sino que se alegra con la verdad.
    "El amor todo lo excusa. Todo lo cree. Too lo espera. Todo lo soporta".


    ¿De qué amor ha hablado Pablo hasta ahora? ¿Del amor a Dios, o del amor al hermano?
    De los dos en uno solo. Porque para Pablo no hay dos amores, sino uno solamente.
    Con el único amor de Dios ─el cual ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado─, amamos a Dios y amamos a los hermanos.

    Después de enumerar Pablo las cualidades del amor que se tiene a los demás, se eleva en su himno a las mayores alturas. Todos los carismas pasarán, todos desaparecerán.

    La FE, ¿para qué, si lo estaremos viendo todo?...

    La ESPERANZA, ¿para qué, si lo tendremos todo en la mano sin poderlo ya perder?...

    No quedará sino la CARIDAD, el amor.

    "Ahora tenemos tres cosas: la fe, la esperanza, el amor. De las tres, la mayor de todas es el Amor".

    ¡De qué manera nos ha metido Pablo en la eternidad de Dios!

    En Dios lo veremos todo.

    En Dios lo tendremos todo.

    Metidos en la hoguera infinita del amor de Dios, amaremos a Dios con su mismo amor; nos amaremos todos, ángeles y hombres, con amor intensísimo, ardiente y puro; y amaremos todas las cosas, transformadas en morada digna de los hijos de Dios.

    ¿Qué dijeron los Corintios al leer este himno de Pablo?

    No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que la Iglesia - leyendo y releyendo sin cesar esta página incomparable de Pablo- ha valorado el Amor sobre todos los carismas habidos y por haber.

    El sentido común de todos, hasta de los que están lejos de nosotros, coloca en los primeros puestos de la fila a Teresita ─la jovencita que no hizo nada metida en un convento de clausura─, a la Madre Teresa y a todos los que las acompañan…

    ¡El Amor! ¡La Caridad!...

    Dios, al ser amor, actúa siempre con amor.
    Y el hombre más completo y la mujer más perfecta no se encuentran entre los qué más lucen, sino entre los que más aman.
    En la Iglesia tenemos la idea muy clara: la persona que más vale es la que más ama… 

     



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    Para meditar las palabras del Salve Regina

    Para meditar las palabras del Salve Regina

    Fuente: Catholic.net
    Autor: P. Mariano de Blas LC

    Dios te salve

    Te saludamos con sonrisas, flores, y canciones
    Oh María, la mujer más digna del amor.
    Desde niño me enseñaron esta oración mis padres
    queriendo que yo te amara y venerara
    como ellos lo hacían.
    Y desde entonces sigo rezando y cantando
    esta bella plegaria todos los sábados
    y a la hora del rosario cotidiano.
    Dios te salve, maravilla de mujer y de Madre,
    lirio hermoso de los valles y praderas.
    Pensando en Ti me vuelvo poeta
    me dan ganas de cantar.
    Mis versos son para Ti,
    mis canciones te las canto a Ti.


    Reina y Madre de misericordia

    Lo que más necesitamos es misericordia,
    porque somos infinitamente miserables.
    Tu amor inmenso hacia tus hijos se convierte
    en océano de bondad, de misericordia, y de piedad.
    Te agradecemos tu amor, tu virtud excelsa,
    veneramos tu grandeza incomparable
    pero sobre todo agradecemos
    la misericordia de tu rostro y de tu corazón.
    Tienes ojos y corazón hechos de bondad.
    Dios te salve, Reina y Madre de misericordia…


    Vida nuestra

    Nos animas a vivir,
    Haces feliz nuestra vida,
    Nos otorgas calidad de vida,
    porque contigo vale la pena vivir.
    No vamos solos por la vida.
    ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?
    Tú lo dijiste. Y cumples las promesas.


    Dulzura

    Suavidad, serenidad, paz.
    Contigo estamos al abrigo de tormentas y huracanes.
    Tu corazón es refugio montañero,
    es brisa de primavera, es cantar de pajarillos,
    es cristalina fuente,
    dulzura de la vida, de mi vida.


    Y esperanza nuestra

    Todo lo espero de Dios por medio de Ti,
    porque Dios te ama muchísimo
    y Tú me amas muchísimo.
    Contigo no cabe la desesperanza y la tristeza.
    En las orillas de tu manso río
    crecen los pastos y las flores en toda estación.
    Tú eres una eterna primavera,
    rosal florido, perfumado, digno de contemplarse.
    De Ti lo espero todo y más de lo que esperan
    todos los niños de sus mamás.
    Espero que me lleves al cielo.
    Espero que me hagas feliz.
    Espero contemplarte en el cielo
    en un éxtasis de amor.
    Eres hermosísima paloma blanca
    que vuelas en mi jardín.
    Alegras mis días y mis noches.
    Me haces sonreír y mirar hacia delante
    con ilusión y entusiasmo.
    La vida sin Ti no tendría sabor ni sentido.
    Pero contigo sí quiero vivir.
    Quiero contemplarte en el lirio del campo,
    en la rosa perfumada, en el blanco clavel,
    en todas las flores de las praderas,
    en las estrellas de la noche.


    Dios te salve

    Te saludamos, te cantamos,
    te llevamos mañanitas, Oh dulce madre.
    Dios te salve.


    A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva

    Fuimos hijos de Eva para desgracia nuestra.
    Pero somos hijos tuyos para completa felicidad.
    Si triste y dura fue la herencia de nuestra madre Eva,
    inmensamente rica es la herencia
    que nos viene de Ti.
    El destierro se dulcifica
    porque Tú nos acompañas cada día.
    Así nuestro desierto florece y se vuelve llevadero.
    ¡Qué dura sería la vida sin tu dulce compañía!
    ¡Qué cardos, qué espinas no produciría!
    Pero entre los cardos y espinas tu mano amorosa
    ha plantado muy bellas rosas.


    A Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas

    Siempre nos quedas Tú.
    En medio de los peligros eres refugio,
    pararrayos contra la justa ira de Dios.
    En medio de las lágrimas, eres consuelo.
    Tus hijos pueden sufrir, por ser ley todos,
    pero nunca desesperan.
    Saben mirar a través de las lágrimas
    tu rostro materno que les llena de esperanza.


    Ea, pues, Señora, abogada nuestra…

    El nombre de abogada significa defensora.
    Tú nos defiendes del maligno,
    del que atacó a nuestra madre Eva en el Paraíso,
    y la hirió pasándonos la herida.
    Tú nos libras de peligros y tentaciones
    que nos pudieran hacer perecer.
    Contigo llevamos la frente alta por la vida,
    hasta el destino final que es el cielo.
    Desde allí intercede ante tu Hijo
    por cada uno de tus hijos,
    por mí también.


    Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos

    Sí, tus ojos...
    Yo quiero asomarme a tus ojos, contemplarlos,
    porque sólo de mirarlos me curo de mis tristezas,
    su alegría se me contagia,
    su pureza infinita se me participa.
    Tus ojos, Madre Virgen, son océano
    de gracia y de pureza.
    Por eso necesito mirarlos, contemplarlos,
    para que la bienaventuranza de los puros de corazón
    me toque a mí también.
    Nos miras con amor y misericordia.
    Necesitamos de ambas realidades a morir.
    porque somos débiles y miserables en abundancia.
    Misericordia es lo que suplicamos.
    Suplicamos a la misericordiosa Virgen.
    Suplicamos a la más amorosa Madre.
    A través de tus ojos aspiramos esa misericordia
    y ese amor.
    Es lo mejor que nos puedes regalar.
    Eres misericordia y eres amor,
    dos realidades que heredaste de Dios,
    para regalarlas a tus hijos.


    Y, después e este destierro…

    Destierro, porque la patria no está aquí.
    Porque la tierra, que es en sí hermosa,
    se nos vuelve inhóspita y agraz, al pensar en el cielo.
    Destierro, porque aquí te tenemos y tenemos a Dios,
    pero todavía no es del todo y para siempre.
    Podemos perderte, podemos perder a Dios,
    ¡Oh terrible posibilidad!
    En el cielo Tú serás nuestra y nosotros tuyos
    del todo y por toda la eternidad.
    ¡Qué inmensa beatitud!


    Muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre

    Lo más grande que Tú tienes es Jesús.
    Muéstranoslo, queremos verlo, conocerlo,
    amarlo entrañablemente.
    Desde que fuiste Madre de Jesús,
    nunca podrás separarte de Él, es tu hijo.
    Pero lo mismo que a Él, nos has engendrado
    a cada uno de nosotros.
    Somos por eso sus hermanos y tus hijos.
    Ser hijo no siempre es bien valorado por éste
    pero ser madre es muy bien conocido por ella.
    Yo no conozco bien lo que significa ser tu hijo,
    pero Tú sí sabes lo que significa ser mi madre.
    Jesús es el hermano mayor y especial.
    Debemos asemejarnos a Él.
    danos la gracia de conocerlo como Tú lo conoces:
    Un Dios amor que nos quiere
    hasta la muerte de cruz,
    que nos dio a su Madre, a Ti, para cada uno.
    Déjanos ver su rostro, déjanos conocer su corazón,
    concédenos amarlo con todas nuestras fuerzas.


    Oh clemente, Oh piadosa, Oh dulce Virgen María

    Clemente, piadosa y dulce:
    la trilogía de la misericordia encarnada en Ti.
    Permítenos beber en tu fuente
    el agua dulce de tu piedad.
    Estamos tan necesitados de clemencia,
    dulzura y piedad.
    Pero tu fuente rebosa de esa agua pura.
    Virgen María dulce: Eres el rosal sin espinas,
    belleza de rosas perfumadas:
    corremos al olor de tus perfumes.
    Virgen María clemente: De Dios lo aprendiste,
    Oh Madre del hijo pródigo.
    Si algo sabes hacer con excelencia,
    es el arte de la misericordia con tus hijos pecadores.
    Necesitamos tanto tu capacidad de compasión,
    porque somos pecadores maltratados por Satanás.
    Virgen María piadosa:
    Te compadeces del pecador,
    de sus heridas purulentas, no queriendo ver su culpa.
    Respondes con piedad y misericordia
    a la negra ingratitud, como tu Hijo.
    Misericordia del Hijo, misericordia de su Madre.
    Gracias por ser dechados de piedad para nosotros,
    que, si algo necesitamos, es misericordia y piedad.



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    domingo, octubre 26, 2008

     

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    Si, el reír rejuvenece... ¡Y qué poco reímos!


    Si, el reír rejuvenece... ¡Y qué poco reímos!

    Fuente: Catholic.net
    Autor: Ma Esther de Ariño


    ¿La risa, la sonrisa? algo que muchos considerarán intrascendente, pero sin embargo es de gran importancia y valor.

    Valioso e importante para nuestro caminar por la vida, para nuestro trato con los demás, para nuestro beneficio y hasta para nuestra salud.

    La risa y la sonrisa. Según una terapeuta que realizó estudios en los Estados Unidos relativos a los beneficios de la risa para la mente y el cuerpo humano, así como las terapias adicionales a la misma, tales como la respiración consciente, la expresión corporal, el canto y la conversación eran factores importantísimos, aparte de un signo externo de alegría, para prevenir las enfermedades cardiovasculares, calmar los dolores físicos, regular el sistema nervioso y aliviar el stres.

    No sabemos que es lo que pensarán los médicos al respecto pero lo que si sabemos todos es que reír es algo que nos deja el alma aligerada, que es una sensación extraordinaria de bienestar y gozo que como algo mágico nos transporta un poco a nuestros tiempos infantiles y por eso el reír rejuvenece. Si, el reír rejuvenece... ¡Y qué poco reímos!

    Al sentirnos adultos nos revestimos de una gran austeridad y de una propiedad tan seria y formal que vamos olvidando poco a poco lo que es el reír y podemos decir que pasan días y días sin que la risa vigorice nuestra personalidad y alegre nuestra existencia y la de los demás. Ceño fruncido, mirada torva y reconcentrada, gesto adusto, labios apretados... eso hace daño al corazón y al espíritu.

    La Madre Teresa de Calcuta solía decir: "Familia que reza unida, permanece unida" y estamos de completo acuerdo pero también nos atrevemos a decir que : "Familia que ríe unida, permanece unida"

    Y reírnos un poco de nosotros mismos es el mejor antídoto para sobrellevar con buen ánimo todos nuestros errores y fallas que como seres humanos tenemos.

    Es cierto que no siempre hay motivos para reír, pero de lo que no podemos prescindir es de la sonrisa. La sonrisa no es carcajada, es algo más sutil, es como dice de ella Martín Descalzo: "Si yo tuviera que pedirle a Dios un DON, le pediría que me concediera el supremo arte de la sonrisa. Es lo que más envidio en algunas personas. Es, me parece, la cima de la expresión humana. Debe ser, por ello, muy fácil enamorarse de personas que poseen una buena sonrisa. Y ¡qué afortunados quienes tienen un ser amado en cuyo rostro aparece con frecuencia ese fulgor maravilloso!".

    Cuando alguien nos sonríe nos está mandando un mensaje de paz, de equilibrio interior, de dulzura y de amor. Quién sabe amar sonríe fácilmente Las personas amargadas, egoístas, envidiosas, no saben sonreír y mucho menos si son orgullosas.

    Reír es bueno para la salud porque la alegría es cosa sana y provechosa. Sonreír es ir derramando un haz luminoso de calor y ternura para los demás, es como un destello del mismo Dios que brota como agua fresca para las almas sedientas que se nos acercan.


    Que nuestra sonrisa no sea un gesto forzado, sino algo espontáneo y natural que dará a nuestra personalidad un relieve maravillosamente profundo y humano.




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    viernes, octubre 24, 2008

     

    La honradez, una virtud a cultivar en la familia

    La honradez, una virtud a cultivar en la familia

    Fuente: Catholic.net
    Autor: P. Sergio G. Román 

    El hijo mayor

    Cuando don Fernando se sintió viejo y se dio cuenta de que ya no podía estar al frente de sus asuntos, puso su ranchito a nombre del hijo mayor para que él se hiciera responsable. Con un sentido muy grande del honor, le pidió que cuando él muriera repartiera la herencia equitativamente entre sus hermanos.

    Murió el viejo y, una vez enterrado, se juntaron los hermanos para hablar de la repartición del ranchito. El hermano mayor ni siquiera asistió a la reunión; mandó a su mujer a decirles que "papelito habla" y que él era el único dueño del ranchito y que le hicieran como quisieran. Ganó el ranchito y perdió a sus hermanos. Él es el dueño legal, pero aquí hay otro caso más de que lo legal no siempre es lo justo. Ante sus hermanos, ante su esposa y sus hijos, y sobre todo, ante Dios, él es un simple ladrón, un hombre sin honor que traicionó por ambición la voluntad de su padre. Por cierto, cuando este hombre quiera confesarse, el sacerdote le condicionará la absolución a la restitución justa de esos bienes y de las ganancias que con ellos haya hecho. Dice la moral: "restitución o condenación".

    ¿Qué es ser honrado?

    Literalmente viene de "honor": un hombre honrado es un hombre de honor.

    Se entiende por honradez el respeto a los bienes ajenos.

    Por bienes entendemos no sólo los materiales necesarios para una vida digna, sino también otros bienes, intangibles pero también reales, que necesitamos para el bienestar al que tenemos derecho. Por ejemplo, la buena fama.

    Un hombre honrado es el que respeta los bienes de los demás y el que se esfuerza por conseguir, con su trabajo honrado, los bienes que él mismo necesita para vivir y ser feliz.

    La honradez, como valor, exige ese respeto a lo ajeno aun cuando las circunstancias pudieran permitir apropiárselo sin consecuencias legales o sociales. El juez más severo de nuestros actos somos nosotros mismos y ha de ser muy triste vivir sabiendo que somos ladrones. Para nosotros los creyentes existe también la conciencia de que Dios exige la devolución de los bienes robados.

    La imagen popular del buen ladrón que roba a los ricos para dar a los pobres, no es más que un signo de una revolución siempre buscada, pero jamás alcanzada que impidiera a unos cuantos apropiarse de los bienes que los demás necesitan para vivir. Hoy sabemos que es pecado la acumulación de la riqueza y propiciar la pobreza. Sobre las riquezas acumuladas, decía Juan Pablo II en Cuilapa, Oaxaca, existe una hipoteca social. Y Jesús decía algo mucho más grave: ¡Qué difícil es que un rico se salve!

    Un rico católico honrado sería el que entiende sus bienes como algo que Dios le permite tener para administrarlos en bien de sus hermanos.

    El lujo y la ostentación son un continuo robo a los más pobres.

    Con ese sentido social, las leyes justas de un país alientan a los dueños del capital a invertirlo en beneficio de la sociedad y a usar parte de esos bienes en instituciones de beneficencia. El capitalismo carente de humanidad es pecaminoso.

    El salario justo será el que permita una vida digna.

    ¿Cómo se enseña la honradez?

    Mi tío Jesús tenía una tienda de abarrotes. Después de una visita a su tienda, mi mamá descubrió que yo andaba quemando cerillos. "Me los encontré" dije entonces para justificar la posesión. No me creyeron y de mano de mi madre regresé a la tienda del tío a devolver lo mal habido. Así nos educaron nuestros padres.

    La honradez se enseña con el ejemplo. Un padre de familia que es responsable en su trabajo, aunque no salga nunca de pobre, heredará a sus hijos una riqueza imponderable: su honradez.

    Una pobreza digna jamás ha hecho daño a nadie; una riqueza mal habida mina el respeto de los hijos a los padres a quienes verán siempre como a personas deshonestas y sin autoridad moral.

    Los niños aprenden en el hogar los límites que impone la propiedad privada. Ellos saben que deben respetar los bienes de los hermanos y, en cambio, saben también que deben compartir esos bienes con los demás miembros de la familia.

    Queridos papás...

    Nunca permitan que su hijo robe algo en el supermercado, aunque nadie lo vea.
    Nunca permitan que se cuele sin pagar por más necesidades que tengan.
    Nunca permitan que se apropie de un lugar que no le corresponde en las filas de espera.
    Nunca permitan que traiga a casa un objeto que no es suyo.
    Nunca permitan que invente faltas de sus hermanos ni de ninguna otra persona, porque ellos tienen derecho a su buena fama.

    ¡Vence el mal con el bien!

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    En medio de la enfermedad

    En medio de la enfermedad

    Fuente: Catholic.net
    Autor: Caludio de Castro

    He pasado una semana enfermo, débil, sin ánimo para hacer cosas. Curiosamente, no he dejado de sentir la presencia amorosa de Dios.

    Tus fuerzas te abandonan y tú te abandonas ante su presencia soberana. Entonces surge Dios y dice: "No temas, Yo estoy contigo". Y todo cambia. Comprendes que hay un sentido para todo, incluso tu enfermedad.

    Por momentos, acostado, me trasladaba con mi mente a una capilla donde esta expuesto Jesús Sacramentado. Me detengo frente a Jesús y lo miro. Y le digo que lo quiero. "Eres mi mejor amigo, Señor". No hacemos más que eso. Pero me siento tan feliz de poder entregarle estos pequeños gestos de amor.

    Comprendo lo frágiles que somos los humanos y la grandeza de nuestro espíritu.

    Anoche, ocurrió algo significativo. Me dormí profundamente y dormido, en sueños, me puse a rezar. Entonces escuché la voz paternal de Dios que se preguntaba:
    "¿Qué haré contigo?"
    Yo, intuitivamente respondí:
    "Devolverme la salud".
    De pronto surgió una pregunta que me estremeció:
    "¿Y qué hiciste con la salud que te di?"

    Me vi entonces en un tranque vehicular gritándole al conductor de al lado… luego, molesto con una cajera que no me atendió a tiempo. Surgieron así, en cuestión de segundos, cientos de situaciones similares de las que me avergoncé.

    Sin dejar de amarme, Dios preguntó:
    "¿Amaste?"
    "Muy poco Señor", reconocí, "creo que fui egoísta con el tiempo que me diste".
    "Está bien reconocerlo", dijo con ternura… "Tendrás otra oportunidad. Ama y haz todo el bien que puedas".

    Entonces desperté.

    Algo pasó en ese sueño, que me llenó de esperanza.

    La gripe está cediendo y pronto volveré a salir. Pero esta vez seré diferente. Trataré de ver al prójimo como a mi hermano, y estaré más cerca de Dios: amando, ayudando al que pueda. 



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    miércoles, octubre 22, 2008

     

    El Espíritu en acción.

    33. El Espíritu en acción. Los carismas del Espíritu Santo

    Fuente: Catholic.net
    Autor: P. Pedro García Cmf
    Era en una reunión de líderes católicos, y llevaba la batuta, como siempre, el amigo Miguel, que dijo con desenfado al final:

    - ¿Para qué Dios me dio buen oído y he aprendido música? Viviré y moriré tocando y dirigiendo el canto en el culto. Éste es mi servicio a la Iglesia de Dios. Ustedes saben que así la he servido siempre. El día en que no lo haga, mándenme fuera, y que Dios se me lleve pronto. Si no "sirvo", ¿para qué estoy en el mundo?...

    Unas palabras muy sencillas, pero que todos entendimos muy bien. Miguel empleaba intencionadamente la palabra "servir", de un significado tan hondo en la Iglesia desde los tiempos de San Pablo. ¿Y queremos saber cuál era el servicio de Miguel en la parroquia? ¡Director del coro!... A esto se reducía toda su acción.

    Sin embargo, no podía Miguel expresarse mejor. Dotado singularmente para la música, no faltó nunca en una función ante las teclas del órgano y al frente de los cantores. Un ensayo, una celebración, eran para él tan importantes como la mujer y los hijos. Vivía con profunda convicción lo del apóstol San Pedro:

    "Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios. Si alguno habla, sean palabras de Dios; si alguno presta un servicio, hágalo en virtud del poder recibido de Dios, para que Dios sea glorificado en todo por Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder por los siglos de los siglos" (1Pe 10-11)

    Fuera de San Pablo, que habla de los "carismas" tan abundantemente, nadie en el Nuevo Testamento los ha mencionado sino el apóstol San Pedro con esas palabras que hemos escuchado, tan acertadas, tan estupendas, tomadas indiscutiblemente de su colega Pablo.

    Hoy en la Iglesia hablamos mucho de los carismas. Es algo que está felizmente de moda y que hace tanto bien. Porque ha despertado la conciencia en muchos cristianos de que los dones que se han recibido de Dios hay que ponerlos a disposición de todos.

    No todos valemos para todo. Pero todos valemos para algo. Y puesto al servicio de los demás aquello para lo cual cada uno vale, es cuando todo el Pueblo de Dios está perfectamente servido y camina con facilidad y alegría hacia el Señor.

    Pasamos sin más a San Pablo, y nos preguntamos: ¿Qué son, y cuántos son los carismas en San Pablo?

    Para el Apóstol, carismas son esos dones o gracias, cualidades o aficiones, que Dios da a cada uno para que los pueda poner al servicio de los demás. Y cita dos o tres listas en las tres cartas a los de Corinto, Roma y Éfeso (1Co 12-14; Ro 12,3-8; Ef 4, 11-12)

    Cita, entre otros, los siguientes carismas como más significativos:

    Sabiduría y ciencia, con las que se penetra en los misterios de Dios y se saben exponer.

    Fe entusiasta, capaz de emprender obras grandes fiados sólo en Dios.

    Curaciones y milagros, para sanar enfermos.

    Profecía es el don de enseñar y predicar para edificar, exhortar y consolar.

    Discreción de espíritus, que ve en las almas y capacita para dar consejos acertados.

    Apostolado y evangelización, para difundir la fe y hacer conocer al Señor.

    Pastoreo y gobierno, propio de los que Dios elige y pone al frente de la Iglesia.

    Doctorado, que enseña con gran competencia la doctrina de Dios.
    Revelaciones de misterios o verdades de Dios para bien de la Iglesia.

    Ejercicio de la misericordia, con tantas obras a favor de los necesitados.

    Caridad, que reparte los propios bienes.

    Como se ve, son muchos y se pueden añadir otros y otros. Al Espíritu Santo no le ata nadie la mano y los prodiga en abundancia insospechada.

    Sin embargo, ¿qué es lo que ocurría en tiempos de Pablo, en las Iglesias que él había fundado, y lo que ha ocurrido hoy en las asambleas carismáticas?

    Pues, una equivocación que Pablo se encargó de aclarar. Se entusiasmaron los cristianos con carismas llamativos, como el don de lenguas, que era el menos importante.

    Valían mucho más otros carismas menos espectaculares y que se ejercitan con mucha humildad, como el ejercicio de la caridad o misericordia y el servicio en las cosas materiales de la Iglesia.

    Para Pablo, era un carisma muy bueno la profecía, o sea, el hablar, predicar o enseñar de parte de Dios las verdades de la fe, que instruyen, edifican, exhortan y reparten consuelo. Como lo es también el carisma de gobierno, tan propio de los pastores y de quienes dirigen grupos o comunidades.

    Estos dones y gracias no son de santificación personal, sino de servicio social y eclesial. Se emplean y se ejercen para bien de los demás. El que los ejerce se santifica por el amor a Dios y al hermano con que los realiza.

    Ponemos un ejemplo que vale por muchas explicaciones: el de la catequista que enseña a los niños la doctrina cristiana.

    La catequista desempeña un carisma extraordinario y magnífico. El fruto es todo para los niños a los que ilustra y forma y lleva hacia Jesús. Y ella, ¿no gana nada para sí misma? Con el carisma, no. Pero crece mucho en santidad y en mérito para la gloria, por el amor a Dios, a la Iglesia y a los niños con que lo ejercita.

    El Espíritu Santo reparte los carismas para bien de todos. A unos les da unos y a otros les da otros. Y entre los carismas de todos se llega a conseguir el bien de la Iglesia entera.

    ¡Qué rica es la Iglesia con tanto carisma como el Espíritu reparte entre sus miembros!

    Unos carismas son extraordinarios, como el de Karol Wojtyla para convertirse en Papa Juan Pablo II, o el de Margarita María para ver al Corazón de Jesús y enseñar su devoción.

    Otros carismas son bien ordinarios, como el del amigo Miguel, para dirigir con amor el coro de la parroquia.

    Pero todos son y sirven para hacer que la Iglesia crezca en santidad ante Dios y aparezca ante el mundo como la esposa privilegiada de Jesucristo.

    Pablo intuyó esto como nadie; y él, que estaba cargado de carismas, pudo decirnos:

    - Ponga cada uno al servicio de la Iglesia sus cualidades.

    ¡Aspiren a tener los mayores carismas!
    Y háganme caso cuando les enseñe yo el camino mejor: ¡Amen! ¡Tengan un corazón abrasado en amor! Que con mucho amor dentro, harán maravillas…




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    martes, octubre 21, 2008

     

    Dios está donde le dejan entrar

    Dios está donde le dejan entrar

    Fuente: eusebiogomeznavarro.org
    Autor: P. Eusebio Gómez Navarro OCD


    Un día, el Rabí Mendel de Kotzk, recibiendo a algunos sabios personajes, sorprendió a sus visitantes preguntando de repente: "¿Dónde habita Dios?". Se burlaron de él: "Qué te pasa? ¿No está lleno el mundo de su magnificencia?". El Rabí respondió: "Dios está donde le dejan entrar".

    Dios está en nuestro mundo, en medio de nosotros, en el interior de cada uno; pero hay que reconocerlo y permitirle que esté vivo. "Es aquí, en el sitio donde nos encontramos, donde se trata de hacer brillar la luz de la vida divina escondida" (M. Buber). Pablo invita a vivir como "hijos de la luz" (Ef 5,8-9). Y donde la luz tiene sus efectos todo es bondad, santidad y verdad.

    Es vital reconocer que Dios está presente, que su amor lo penetra y lo envuelve todo. San Juan de la Cruz pone en boca de Cristo esta sentencia: "¡Desdichado de aquel que de mi amor ha hecho ausencia y no quiere gozar de mi presencia!". En efecto, no hay mayor desdicha que ausentarse de Dios y huir de su presencia. No hay mayor gozo que creer en él y disfrutar de su divina presencia.

    Tener conciencia de Dios, creer que nos ama y nos llama, cambia completamente la vida de las personas. Así le pasó a P. Claudel. En la Navidad de 1886, "no teniendo nada que hacer", asiste a las Vísperas cantadas en Notre Dame de París, esperando que las ceremonias religiosas le han de brindar inspiración poética. De improviso le sobrecoge la conciencia de Dios como una gran realidad personal, como "Alguien", y desde ese momento toda su mentalidad y su vida cambian por completo.

    Dios está presente, nos llama por nuestro nombre, nos ama. Sus ojos amorosos lo ven todo y están fijos siempre en sus criaturas. Nos ve donde quiera que estemos. No se puede huir de su presencia. Él está dondequiera que vayamos. "Te ve dondequiera que estés. Te llama por tu nombre. Te mira. Te comprende. Conoce todos tus sentimientos y pensamientos íntimos, tu debilidad, tu fortaleza. Te ve en tus días de gozo y en tus días de pesar. Observa tu semblante. Oye tu voz. Percibe los latidos de tu corazón; tu misma respiración no se le escapa. Tú no puedes amarte más de lo que Él te ama" (Newman).

    Creer que es un Padre amoroso, que está presente en todos los momentos de la vida y pendiente de cada uno de los seres humanos, ayuda a caminar. Creer en su bondad, en su providencia, es de gran luz para cuando la noche se acerca y se oscurece la fe.

    Todo va bien cuando creemos y caminamos en la presencia de Dios. Todo cambia cuando le dejamos entrar, cuando Él pasa a ser parte de nuestra vida y le dejamos actuar. Todo es posible para aquél que cuenta con Dios.




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    lunes, octubre 20, 2008

     

    ¡Aquí estás presente, Señor!



    32. ¡Aquí estás presente, Señor! Pablo sobre la Eucaristía

    Fuente: Catholic.net
    Autor: P. Pedro García Cmf
    Dos protestantes norteamericanos se hallaban en una iglesia católica del norte de Italia. La señora, muy cristiana, acababa de perder a su esposo en el viaje, y, al no tener iglesia episcopaliana en la ciudad, iba al culto católico con la familia que la hospedaba cariñosamente.

    Aquel día en la Misa, al alzarse la Sagrada Hostia en la consagración, le dice con sorna el amigo que le acompañó sólo por caballerosidad:

    - ¿Te das cuenta? A eso llaman los católicos el Cuerpo de Cristo. Un simple recuerdo lo han convertido en el mismo Señor Jesucristo, y eso es lo que adoran.

    La joven señora calló. Pero empezó a discurrir, y contestó seriamente a su amigo:

    - ¿No está aquí Jesucristo? ¿Es la Eucaristía sólo un recuerdo? Entonces, ¿cómo dice San Pablo que el que comulga indignamente se hace reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor?...

    El amigo se calló como un muerto y no supo qué responder.

    Aquí estuvo todo. La señora protestante, bellísima mujer y ahora viuda, se hizo católica con sus cinco hijitos; en la Iglesia Católica comulgó muchas veces, y hoy la veneramos en los altares como la primera norteamericana canonizada: Santa Elizabeth Seton.

    Mujer tan querida, nos pone hoy ante una página verdaderamente excepcional de San Pablo: los capítulos diez y once de la primera carta a los de Corinto. ¿Por qué es tan "excepcional" esta página? Porque nos narra, con una fidelidad asombrosa, la institución de la Eucaristía bastantes años antes de que lo hagan los Evangelios.

    Y lo hace Pablo con las mismas palabras que Marcos, Mateo y Lucas, sin ponerse para nada de acuerdo con ninguno de los evangelistas, y con esta monición previa:

    - Les transmito la tradición que recibí del Señor.

    Es decir: la verdad que Pablo nos narra la ha bebido inmediatamente en la fuente más pura, como eran los apóstoles testigos de la Última Cena, y los primerísimos cristianos de las Iglesias de Damasco y de Antioquía y de Jerusalén, en las que recibió al Señor al celebrarse la Fracción del Pan.

    Por eso dice: "¡Les transmití la tradición que yo mismo recibí del Señor!".

    ¡Benditas palabras de Pablo, que borran en la Iglesia, independientemente de los Evangelios, cualquier duda acerca de la realidad de la Eucaristía!

    "Dios está aquí", canta desde entonces la Iglesia, y lo seguimos cantando nosotros con la misma fe de Pablo, de los demás apóstoles, de nuestros primeros hermanos en la fe.

    Como los racionalistas no pueden negar las palabras de Pablo ni las pudo borrar Lutero, todos los que están fuera de la Iglesia, por más explicaciones que se les quieran dar, siempre chocan con la tremenda realidad que dice Pablo: Esto ES ni cuerpo, esta ES mi sangre.

    Si ES, nada vale el cambiar la palabra por otras que se inventan a montones:

    - Celebren esto; "figura" de mi Cuerpo…; hagan esto como "memoria" de mi cuerpo…; conserven esto como "recuerdo" mío…

    Es inútil hablar así: Pablo el primero, y los Evangelios después, escribieron nítidamente:

    "Esto ES mi cuerpo, esta Es mi sangre". Y Juan, ya ancianito, transmite las palabras del mismo Jesús: "Porque mi carne ES verdadera comida, y mi sangre ES verdadera bebida".

    Pero, vaya, hoy no vamos a salirnos del relato de Pablo.

    Los sacrificios ofrecidos a los ídolos le sirven como de introducción:

    - ¿No se dan cuenta de que nosotros ofrecemos el Cuerpo y la Sangre del Señor? ¿Cómo pueden entonces ustedes comer el Cuerpo y Sangre del Señor, verdadero sacrificio cristiano, a la vez que comen el sacrificio ofrecido a Satanás?... (10,14-21)

    Así, claro. El pan y el vino consagrados SON realmente el Cuerpo y la Sangre del Señor.

    Pablo pasa después a la institución de la Eucaristía, cargada de historia apostólica y de doctrina sublime (11,23-27). Sus palabras no tienen desperdicio alguno:

    "Yo he recibido del Señor lo que les he transmitido a ustedes: que el Señor Jesús, la noche en que era entregado tomó pan, y, después de dar gracias, lo partió, diciendo: Esto es mi cuerpo, el que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía.

    "Igualmente, después de la cena, tomó el cáliz, diciendo: Este cáliz es la Nueva Alianza por la sangre mía; cuantas veces lo beban, háganlo en memoria mía.

    "Por lo mismo, cada vez que comen este pan y beben este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que venga.

    "Por lo cual, quien coma el pan y beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor".


    ¡Hay para caer de rodillas solamente con escucharlo!... "¡Dios está aquí!".
    Si sabemos analizar este párrafo grandioso, nos asombramos con cada palabra.

    "Yo lo he recibido del Señor", dice. ¿Y quién se atreve a contradecir a Pablo?...

    "Después de dar gracias", añade.
    Era el rito de los judíos sobre el pan que iban a comer. Gracias se traducía al griego por "eucaristía". Y por "Eucaristía" conocemos en la Iglesia el máximo regalo de Dios.

    "Hagan esto", dijo el Señor, y lo repite Pablo. Es decir: Hagan lo que Jesús ha hecho.
    Y lo que ha hecho Jesús es convertir el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre.

    "En memoria mía", dijo también Jesús.
    Por poco hebreo que se sepa, "memoria" no es "recuerdo", sino "memorial".
    O sea: es la misma acción que hizo el Señor, repetida por los apóstoles y sus sucesores, a los que entonces consagraba Jesús sacerdotes en sucesión ininterrumpida a través de los siglos.

    "Hasta que el Señor vuelva", añade Pablo.
    Hasta el fin del mundo seguirá la Iglesia repitiendo el gesto del Señor, mientras proclama su muerte y su resurrección.

    "Reo del cuerpo y de la sangre del Señor", concluye Pablo con severidad.
    ¿Lo entendió bien Elizabeth Seton, la protestante, que se dio cuenta del error en que estaba y creyó después con toda su alma?...

    Su magnífico esposo, al enfermar gravemente, le pidió:

    - ¿No me puedes traer el recuerdo del cuerpo y la sangre del Señor?...
    La esposa querida le trajo un trocito de pan y una copita de vino:
    - ¡Tómalo! ¡Vete al cielo! ¡Jesús te espera!…
    Elizabeth hizo lo que entonces sabía.
    Después, católica, hubiera hecho más con el Pan consagrado.

    A nuestra fe en la Eucaristía se ha unido siempre la poesía más inspirada y más bella.
    "Una espiga dorada por el sol, el racimo que corta el viñador"…, cantamos.
    La naturaleza y el hombre se han unido para poner en manos del Señor lo más rico que produce la tierra y que saben fabricar nuestras manos:
    - ¡Toma, Jesús, este pan y este vino! ¿Qué vas a hacer con ellos?..., le decimos nosotros.
    Y nos contesta Él:
    - ¿Qué quieren que haga? Los amo mucho.
    ¡Tengan, coman, beban! Es el más rico manjar y la bebida más deliciosa que les puedo ofrecer en mi mesa. ¡Cómanme, que soy yo!...

     



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    Pregoneros y apóstoles esa es nuestra misión


    Pregoneros y apóstoles esa es nuestra misión

    Fuente: Catholic.net
    Autor: Ma . Esther de Ariño


    Cuando oímos la palabra MISIÓN, misiones o misioneros nos llega como un aire de selva, de lugares ignotos, de países muy distantes a nosotros y de un puñado de hombres y mujeres, que abandonando todo, comodidades y familia, se fueron a predicar el Evangelio. Pero tenemos que entender de una vez por todas que el mundo católico está en Estado de Misión.

    Cada uno de nosotros tenemos el deber de ser misioneros. No nos podemos conformar con ser católicos de Bautizo, de Primera Comunión, tal vez de Sacramento de Matrimonio... y de una llamada de urgencia al sacerdote cuando estemos a las puertas de la muerte y en algunas ocasiones tan solo por precaución: ¡no vaya a ser que de verdad haya 'algo' después...

    Hay quién dice:

    - 'Soy católico pero no practico'.

    ¿Quién podrá decir soy tenista si no juego tenis?¿Quién podrá decir poeta, pero no hago versos?. Nuestra vida de fe nos lleva a poner en practica esa fe, mantenerla viva y que nuestra existencia tenga coherencia con lo que creemos.

    Tenemos una importante misión que realizar. Primero con nosotros mismos, buceando, sumergiéndonos en la palabra de Dios, preparándonos más a fondo en nuestra religión, no conformándonos con lo que aprendimos de niños y hoy la llevamos como asignatura prendida con alfileres y después, hacer esta labor de misioneros con los más cercanos, con los seres que amamos dentro del núcleo familiar. Así como velamos, nos interesamos y preocupamos por su estado económico, bienestar y salud física, así hemos de poner el máximo interés por transmitirles lo que nosotros llevamos dentro espiritualmente y también en el ámbito de nuestro trabajo y en el círculo social al que pertenezcamos.

    Recordando las palabras del Papa Juan Pablo II: 'El don más precioso que la Iglesia ( y nosotros somos la Iglesia) puede ofrecer al mundo de hoy, desorientado e inquieto, es la de formar cristianos firmes en lo esencial y humildemente felices en su fe'.

    También en el primera carta del Apóstol san Pablo a Timoteo: 2,1-8, nos llega este mensaje muy válido para hacerse presente en nuestros días: 'Te ruego hermano, que ante todo se hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres y en particular, por los Jefes de Estado y las demás autoridades, para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, entregados a Dios y respetable en todo sentido. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, pues El quiere que todos los hombres se salven y todos lleguen al conocimiento de la verdad, porque no hay sino un solo Dios y un solo Mediador entre Dios y los hombres. Cristo Jesús, hombre El también, se entregó como rescate por todos. El dio testimonio de esto a su debido tiempo y de esto yo he sido constituido, digo la verdad y no miento, pregonero y apóstol para enseñar la fe y la verdad. Quiero pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración donde quiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras'.

    Pregoneros y apóstoles esa es nuestra misión. Donde quiera que estemos, pregonar la verdad, la rectitud, la generosidad junto a la palabra de Dios, dando testimonio de nuestra fe como la gran luz que ilumina al mundo.

     



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    Lucas nos dió a conocer a todos a Cristo


    Lucas nos dió a conocer a todos a Cristo

    Fuente: Catholic.net
    Autor: Catholic.net

    La Iglesia celebra a san Lucas poniendo en la liturgia el pasaje de los setenta y dos discípulos que salen a predicar la palabra de Dios. Lucas nos narra aquí la alegre partida del primer grupo de predicadores de la historia cristiana. Más adelante nos narrará, en los Hechos, los frutos imparables de esta primera predicación.

    ¿Sabía san Lucas que el Evangelio llegaría con la velocidad de un reguero de pólvora a todo el mundo conocido? ¿Sabía que esa locura en la que él había creído conquistaría miles de millones de vidas?

    Sabemos, ciertamente que Lucas creyó, y creyó con tal fuerza que nos quiso escribir los avances incontenibles de la fe por la que había apostado en la vida y por la que había dado todo lo que tenía. Desde el cielo, Lucas nos mira continuamente y -estoy seguro- arde en deseos de gritarnos que creamos, que confiemos, que estemos seguros de que todo esfuerzo por transmitir la fe tiene a Dios por garantía infalible y que, por lo tanto, dará su fruto. Pero sin perder de vista que nuestra primera misión somos nosotros mismos.

    Cristo, lo fundamental que hizo fue obedecer al Padre respecto a la voluntad que Éste tenía para Él, y así consiguió para nosotros la salvación. Pues nosotros, como empresa apostólica primera tenemos la salvación de nuestra alma, y el cumplimiento de la Voluntad de Dios sobre nosotros. No suceda, como dice san Pablo, que habiendo predicado a otros, yo vaya a ser reprobado.


     



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    viernes, octubre 17, 2008

     

    41° Aniversario del Movimiento de Jornadas

                             

                              ANIVERSARIO DEL MJVC EN ARGENTINA - 1967




    viernes 17 octubre 2008

    Del 17 al 20 de Octubre de 1967 se realizó la 1º Jornada de Varones en la diócesis de Lomas de Zamora (Rafael Calzada), Argentina. Durante dos meses se preparó un equipo con jóvenes que a la vez hacían de animadores y auxiliares y hacían su Jornada. La clausura fue modesta y se realizó en el mismo salón de charlas.

     

    Novena de oraciones por nuestros difuntos


    Novena de oraciones por nuestros difuntos

    Fuente: Catholic.net
    Autor: Lucrecia Rego de Planas

    "...la Iglesia no se detiene en el umbral del cementerio, sino que va más allá, guiando y sosteniendo la esperanza del Pueblo de Dios con la luz de las oraciones de sufragio, que pueden establecer una mediación entre nosotros y las almas de los fieles difuntos."

    Juan Pablo II



    Ya se acerca el mes de noviembre, en el que la Iglesia celebra, el día 2, la fiesta de los fieles difuntos.

    Todos conservamos siempre vivo el recuerdo de nuestros seres queridos que se nos han adelantado para ir a la casa del Padre. La Iglesia, a través de la oración y la Santa Misa de sufragio, nos permite vivir unidos espiritualmente a ellos, y renueva en nosotros la certeza de que nuestra vida no termina en esta tierra.

    Con esta ocasión, Catholic.net ha organizado, juntamente con diversos conventos y casas de religiosos y religiosas, una novena para rezarla durante los nueve días previos a la fiesta de los Fieles Difuntos, con adoraciones, el rezo del rosario, y una intención especial en la Santa Misa el día 2 de noviembre celebrada por sacerdotes amigos de Catholic.net que se han sumado a nuestra iniciativa.

    Lo invitamos a unirse a nuestras oraciones enviándonos los nombres de los difuntos a quienes usted desea que encomendemos. Tendremos un recuerdo especial para ellos durante el octavario en honor a los difuntos del 1 al 8 de noviembre donde además podremos ganar la indulgencia plenaria , que se aplica a nuestros difuntos a manera de sufragio.

    Si desea enviarnos los nombres y sus intenciones es muy sencillo: sólo tiene que rellenar el formulario en nuestro sitio http://es.catholic.net/novenas/ Nosotros enviaremos estos nombres e intenciones a los diversos conventos y casas de religiosos y religiosas y sacerdotes diocesanos que se han sumado a esta Novena de los Fieles Difuntos, cuyo texto puede consultarse haciendo click aquí

    Las oraciones no cuestan, son algo gratuito.
    No deje pasar esta oportunidad de unirnos todos en oración por nuestros seres queridos, que Catholic.net le ofrece durante la novena anterior a la fiesta y durante el octavario del 1 al 8 de noviembre.

    Muchas gracias por su apoyo, sus oraciones y por su colaboración.

    Lucrecia Rego de Planas
    Dirección




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    Obediente hasta la cruz

    Obediente hasta la cruz

    Fuente:
    Autor: P. José Luis Richard



    El Evangelio nos dice: Después de que llegaron al lugar llamado Calvario, ahí lo crucificaron... El laconismo no puede ser mayor. Pero ¡cuánto dolor hay detrás de estas palabras! Dolor de la humillación de ser el espectáculo del pueblo, el hazmerreír de la chusma. Dolor del pudor que siente que le arrancan los vestidos y la piel. Dolor de la sien que parece estallarle. Dolor de los clavos que penetran bajo sordos golpes del martillo y taladran hasta abrir hilos de sangre en las manos y en los pies. Dolor al ver a la Madre destrozada por la angustia. Dolor de ver la ingratitud a su amor. Dolor de conocer la esterilidad de su sacrificio en tantas almas...

    Quien sufre -y a todo hombre le llega su momento, porque el dolor es la herencia del pecado- puede afrontar su sufrimiento de diversas formas: desesperación, rabia, escepticismo, odio... Otros sencillamente se resignan sin comprender jamás ni el porqué ni el para qué de su sufrimiento. Y Cristo nos deja clara la razón: el dolor por obediencia redentora.

    Si miramos sin fe la cruz de Cristo, como si miramos el dolor humano desde un punto de vista meramente natural, sólo hallaremos como respuesta el absurdo.

    Pero muy por encima del existencialismo desesperado de la vida, brilla la luz del misterio. Nadie me arrebata mi vida, sino que la entrego yo mismo... Éste es el mandato que recibí de mi Padre (Jn 10, 18). Ahí está la clave para comprender a Cristo crucificado y toda su doctrina y obra. Va al dolor y a la misma muerte con plena conciencia y con la más absoluta libertad. No ofrece una obediencia pasiva y resignada, 'porque no hay otra alternativa', sino voluntaria y cumplida con perfección en el detalle: hasta sus últimas consecuencias. Y esto, a pesar de todo el dolor que le desgarra... Se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil 2, 8).

    Sólo a la luz de esa obediencia amorosa se comprende la muerte de Cristo. Y porque ha obedecido, dirige la mirada a su Padre con confianza. Ha terminado su obra, ha llegado al final a pesar de todas las dificultades, a pesar de la cruz y de la muerte. Y en sus últimas palabras alcanzamos a percibir que es tal su amor, tanta la paz que invade su ser después de haber consumado la Redención, que el sufrimiento, el dolor y la muerte no tienen ya ningún poder sobre Él: En tus manos, Padre, encomiendo mi espíritu.

    Dios está cerca del dolor, sea moral o físico, pues Él en Jesucristo también se quiso identificar con el sufrimiento humano, escogiendo la cruz para salvarnos. Por eso, el sufrimiento nos purifica, nos hace más agradables a Dios, nos educa en la recta apreciación de la vida humana y del sentido de la misma.



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    jueves, octubre 16, 2008

     

    ¡La Iglesia! A pensar como Pablo

    31. ¡La Iglesia! A pensar como Pablo

    Fuente: Catholic.net
    Autor: Pedro García Misionero Claretiano

    Me tocó presenciarlo, y se lo cuento a ustedes.

    Hacía un día espléndido y avanzaba la nutrida y solemne procesión por las calles de la ciudad, hasta dar en el parque donde abría sus puertas la majestuosa Catedral.
    Algunos obispos, muchos sacerdotes y gran cantidad de fieles ofrecían un espectáculo digno de Dios.

    El gentío se aglomeraba y apretaba para poder entrar en el templo, mientras los altoparlantes difundían el conocido cantar:

    "Todos unidos, formando un solo cuerpo, un Pueblo que en la Pascua nació.
    "Miembros de Cristo, en Sangre redimidos, Iglesia peregrina de Dios.
    "Somos en la tierra semilla de oro Reino, somos testimonio de amor.
    "Paz para las guerras, y luz entre las sombras, Iglesia peregrina de Dios".


    Un sacerdote ya entrado en edad, notable profesor de Teología en el Seminario, comentó con austera emoción:

    - ¡Qué imagen más viva de la Iglesia! Peregrinando festiva, guiada por sus Pastores, y empeñada en entrar en la Gloria, para ocupar allí su puesto, como ahora este Pueblo de Dios en la catedral...

    Este fue el comentario de aquel autorizado profesor.

    ¿Podemos nosotros ahora pensar en la Iglesia peregrina así, de la misma manera, pero a la luz de lo que sobre ella nos dice San Pablo? Espiguemos algo a través de las cartas del Apóstol.

    La Iglesia camina "formando un solo cuerpo", un solo pueblo, con unidad indivisa e indivisible, bajo la jefatura y el mando del único Señor que es Jesucristo.
    Esto es fundamental en la enseñanza de Pablo.

    Cuando se enteró el Apóstol que en Corinto se habían formado grupos y facciones, escribió con energía inusitada: "¿Es que por casualidad se ha dividido Cristo?" (1Co 1,13)

    Dejando los gritos de enojo, pedirá después escribiendo a los de Éfeso:

    "Pongan empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Porque sólo hay un cuerpo y un solo Espíritu, igual que es una sola también la esperanza a la cual han sido llamados" (Ef 4,4)

    Si es uno solo el Cuerpo de Cristo, no se puede separar ninguno de sus miembros.
    Si el Cuerpo está animado por el Espíritu, cualquier desgajarse del Cuerpo será entristecer al Espíritu Santo de Dios
    (Ef 4,30)

    Comer la Eucaristía mientras se fomentan divisiones será un imposible en la Iglesia.
    Porque desde el momento que es uno solo el Pan que comemos, somos también UNO SOLO cuantos comemos del mismo Pan
    (1Co 10,17)

    ¿Se quiere conservar en la Iglesia esa unidad que cantamos y vivimos?

    Para Pablo no existen dudas.

    Basta mantenerse fieles al Papa y los Obispos, que la cuidan en nombre del mismo Señor y dirigidos siempre por el Espíritu Santo.

    Bajo su enseñanza y orientación no se resquebraja nunca la unidad del Pueblo de Dios.

    Dios ha tenido con su Iglesia la gran providencia de dotarla de guías expertos, abnegados, entregados hasta el mayor sacrificio, que cuidan del rebaño como el mismo Buen Pastor, en cuyo nombre ejercen su ministerio.

    Así se lo expresaba Pablo a los ancianos de Éfeso que habían llegado a Mileto para despedirlo:

    "Tengan cuidado de ustedes y de toda la grey, en medio de la cual les ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio Hijo" Para Pablo no existen dudas.(Hch 20,28)

    Al mencionar Pablo la Sangre de Cristo se nos va el pensamiento sin más al Calvario y también se nos remonta hasta el paraíso.
    Dios le infundía a Adán un sueño profundo, le arrancaba una costilla al lado del corazón, y le presentaba poco después a Eva, la bella mujer que le entregaba como esposa.

    Esto no era sino la imagen de Jesucristo, el Nuevo Adán, que, dormido en el árbol de la Cruz, al dejar salir de su costado agua y sangre, nos significaba el nacimiento de la Iglesia, la Esposa de Cristo, a la que Él ama, y cuida, y mima de modo tiernísimo.

    Nacida en la Pascua, la Iglesia era proclamada clamorosamente por el Espíritu Santo el día de Pentecostés, y desde entonces ha ido adelante sin detenerse nunca en su andadura.

    Los apóstoles de todos los tiempos se han encargado de llevar el Evangelio de Cristo a todas las gentes, igual que lo hiciera Pablo, el cual dice de sí mismo, con satisfacción honda y agradecimiento a Dios:

    "Tengo de qué gloriarme en Cristo Jesús ante Dios…, pues desde Jerusalén y su comarca hasta Iliria he llenado todo con el Evangelio de Cristo" (Ro 15,17-19)

    La marcha de la Iglesia hacia la meta última, hasta su glorificación en el Cielo, Pablo la ve significada en aquella otra marcha del Israel a través del desierto, desde la liberación de Egipto hasta la entrada en la Tierra Prometida (1Co 10,1-11)

    La peregrinación de Israel estuvo llena de glorias, triunfos, infidelidades, caídas… Y lo mismo le ocurre a la Iglesia, porque junto a su elemento divino, el que le infunde Jesucristo por su Espíritu Santo, están las miserias humanas.

    Pero llegará un día, el final de todos, cuando purificados todos los hijos de la Iglesia, y resucitados, serán el Reino glorioso que Jesucristo ofrendará al Padre para que sea el Dios todo en todos (1Co 15, 28)

    ¡La Iglesia! Jesucristo no tiene otro pensamiento ni otro amor ni otro cuidado que su Iglesia. Por ella murió, y por ella vive.

    En su gloria, no tendrá Jesucristo el descanso pleno hasta que tenga consigo a cada uno de los elegidos.

    Por cada uno, como nos dice Pablo, "está a la derecha de Dios intercediendo por nosotros" (Ro 8,34)

    Nos imaginamos a Jesús en el Cielo soñando divinamente, mientras está "preparando un lugar", a cada cual el suyo.

    Porque, como Él mismo dice en el Evangelio; "en la casa del Padre hay muchas mansiones", tantas como son los hijos de su Iglesia que van a ser glorificados, y a los cuales quiere tener consigo para siempre (Jn 14,2-3)

    ¡La Iglesia!

    En ella nacimos, en ella vivimos, y en ella queremos morir. Dicha más grande que ésta no la podemos ni soñar…



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    El Evangelio, según los Evangélicos



    El Evangelio, según los Evangélicos

    Fuente: Defiende tu fe
    Autor: Por Martin Zavala M.P.D.



    Al ver el titulo de este tema posiblemente algunos podrían pensar que se trata de algo ofensivo, pero no es así. El objetivo de esta enseñanza no es atacar ni ofender a nuestros hermanos evangélicos. Mi deseo es simplemente mostrar la Verdad del Evangelio tal cual es, en un ambiente ecuménico, de amor al hermano y de amor a la verdad.

    Jesucristo dijo: 'La Verdad los hará libres' Jn 8,32 y es esa Verdad la que queremos proclamar sin comentarios, ni interpretaciones, ni agregados. Queremos proclamar el Evangelio completo de Nuestro Salvador y Señor Jesucristo.

    Si eres evangélico compara todas las citas que damos en tu misma Biblia, la Reina Valera, que es la que usamos en este tema, y ora para que Dios te ilumine y te guíe hacia la verdad plena. Si eres católico, dale gracias a Dios y ora para que puedas vivir como un autentico cristiano siguiendo el Evangelio de Jesucristo. En este tema te darás cuenta como lo que muchos hermanos separados proclaman en radio y televisión no es sino simplemente el Evangelio según los 'evangélicos'. En la columna izquierda encontrarás las frases comunes de muchos evangélicos y en la derecha lo que realmente dice la Sagrada Escritura.

    Son las 12 verdades del Evangelio que como auténticos cristianos debemos de conocer.
    Los 'evangélicos' dicen:
    1.- Ya soy salvo y si muero me voy al cielo, no puedo perder la salvación

    El Evangelio enseña:
    1.- Mas el que perseverare hasta el fin, ese se salvará' Mt 24,13

    Los 'evangélicos' dicen:
    2.- Soy salvo solo por la fe, las obras ni la obediencia nos salvan.

    El Evangelio enseña:
    2.- 'No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos mucho milagros?
    Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad.'
    Mt 7,21-23

    Los 'evangélicos' dicen:
    3.- Cristo no está presente en la Eucaristía eso es solamente algo simbólico.
    'Y cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con Él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria. Y serán reunidas delante de Él todas las gentes: y los apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas á su derecha, y los cabritos á la izquierda. Entonces el Rey dirá á los que estarán á su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
    Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fuí huésped, y me recogisteis; Desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis á mí. Mt 25,31-36

    El Evangelio enseña:
    3.- 'Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo: si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los Judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos su carne á comer?'
    Jn 6,51-52

    'Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en Él. Jn 6,53-56

    'Y muchos de sus discípulos oyéndolo, dijeron: Dura es esta palabra: ¿quién la puede oír?
    Jn 6,60

    'Desde esto, muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con Él'.
    Jn 6,66

    'Dijo entonces Jesús á los doce: ¿Queréis vosotros iros también? Y respondióle Simón Pedro: Señor, ¿á quién iremos? tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6,67-68

    Los 'evangélicos' dicen:
    4.- Hay que confesarse directo con Dios, no con hombres pecadores.

    El Evangelio enseña:
    4.- 'Entonces les dijo Jesús otra vez: Paz á vosotros: como me envió el Padre, así también yo os envío. Y como hubo dicho esto, sopló, y díjoles: Tomad el Espíritu Santo:
    A los que remitiereis los pecados, les son remitidos: á quienes los retuviereis, serán retenidos. Jn 20,21-23

    'De cierto os digo que todo lo que ligareis en la tierra, será ligado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo. Mt 18,18

    Los 'evangélicos' dicen:
    5.- No hay que llamarle 'Padre a nadie' la Biblia lo prohíbe.

    El Evangelio enseña:
    5.- 'Entonces Él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía á Lázaro que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque soy atormentado en esta llama. Lc 16,24

    'Los mandamientos sabes: No matarás: No adulterarás: No hurtarás: No dirás falso testimonio: Honra á tu padre y á tu madre. Lc 18,20

    'Me levantaré, é iré á mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti'. Lc 15,18

    Los 'evangélicos' dicen:

    6.- Todo esta escrito en la Biblia, si no esta escrito no vale.

    El Evangelio enseña:
    6.- 'Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, que si se escribiesen cada una por sí, ni aun en el mundo pienso que cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén. Jn 21,25
    'Y les dijo: Id por todo el mundo; predicad el evangelio á toda criatura. Mc 16,15

    'Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, obrando'. Mc 16,20

    Los 'evangélicos' dicen:
    7.- No hay que bautizar a los niños, ellos no lo necesitan. Además, debe de hacerse sumergido en un río porque Jesucristo recibió el Espíritu Santo cuando bajó al agua.

    El Evangelio enseña:
    7.- ' Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es'. Jn 3,5-6
    Y luego, saliendo del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma, que descendía sobre Él' Mc 1,10.

    Los 'evangélicos' dicen'
    8.- María es una mujer como otras, no hay que venerarla pues la Biblia no lo menciona.
    El Evangelio enseña:

    8.- 'Y entrando el ángel á donde estaba, dijo, ¡Salve, muy favorecida! el Señor es contigo: bendita tú entre las mujeres'. Lc 1,28

    'Y aconteció, que como oyó Elisabeth la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabeth fué llena del Espíritu Santo, Y exclamó á gran voz, y dijo. Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre'. Lc 1,41-42

    Los 'evangélicos' dicen:
    9.- María no puede hacer nada porque esta muerta igual que los santos, y además la Biblia no dice que pueda interceder.

    El Evangelio enseña:
    9.- 'Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Mt 22,32

    'Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús. Mc 9,4

    'Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: Vino no tienen. Y dícele Jesús: ¿Qué tengo yo contigo, mujer? aun no ha venido mi hora. Su madre dice á los que servían: Haced todo lo que os dijere... Y como el maestresala gustó el agua hecha vino'. Jn 2,3-9

    Los 'evangélicos' dicen:
    10.- No hay que decir las mismas palabras al orar como en el Rosario. Repetirlas no es bíblico.

    El Evangelio enseña:
    10.- 'Y(Jesús) volviéndose á ir, oró, repitiendo las mismas palabras. Mc 14,39

    Los 'evangélicos' dicen:
    11.- Todos los apóstoles fueron iguales. Eso del Papa es un invento que no está en la Biblia. Pedro fue igual que los once.

    El Evangelio enseña:
    11.- 'Y le trajo á Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás: tú serás llamado Cephas (que quiere decir, Piedra)'. Jn 1,42

    'Mas yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y á ti daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ligares en la tierra será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. Mt 16,18-19
    'Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandaros como á trigo; Mas yo he rogado por ti que tu fe no falte: y tú, una vez vuelto, confirma á tus hermanos. Lc 22,31-32

    'Y vino y los halló durmiendo; y dice á Pedro: ¿Simón, duermes? ¿No has podido velar una hora? Mc 14,37

    'Y cuando hubieron comido, Jesús dijo á Simón Pedro: Apacienta mis corderos. Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Dícele; Sí Señor: tú sabes que te amo. Dícele:
    Vuélvele á decir la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Respóndele: Sí, Señor: tú sabes que te amo. Dícele: Apacienta mis ovejas.
    Dícele la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Entristecióse Pedro de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y dícele: Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo. Dícele Jesús: Apacienta mis ovejas. Jn 21,15-17

    Los 'evangélicos' dicen:
    12.- La Iglesia no importa, solo Cristo salva. Da lo mismo estar en cualquiera. Lo único necesario es aceptar a Cristo no a la Iglesia.

    El Evangelio enseña:
    12.- 'El que á vosotros oye, á mí oye; y el que á vosotros desecha, á mí desecha; y el que á mí desecha, desecha al que me envió. Lc 10,16

    'El que os recibe á vosotros, á mí recibe; y el que á mí recibe, recibe al que me envió. Mt 10,40

    'Por tanto, si tu hermano pecare contra ti, ve, y redargúyele entre ti y Él solo: si te oyere, has ganado á tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo uno ó dos, para que en boca de dos ó de tres testigos conste toda palabra. Y si no oyere á ellos, dilo á la Iglesia: y si no oyere á la Iglesia, tenle por étnico y publicano. Mt 18,15-17"

    'Mas yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Mt 16,18

    Así que, adelante hermano. Es tiempo de decidirnos a aceptar El Evangelio Completo de Jesucristo tal como esta y no adaptarlo según el gusto de cada quien.

    Jesucristo dijo:
    'Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé á un hombre prudente, que edificó su casa sobre la Roca'
    Mt 7,24

    Si eres evangélico, esa es la invitación de parte de Nuestro Señor. Si eres católico, esa es la invitación de parte de Nuestro Señor. Vívelo, para ser un auténtico cristiano.

    De mi parte, como católico, en vez de las creencias de los grupos evangélicos, mejor prefiero la enseñanza del Evangelio. Aunque al hacer esto suceda como el Apóstol Pablo dijo:
    ¿Es que me he vuelto enemigo de ustedes por decirles la verdad?
    Gal 4,16

    Dios te siga bendiciendo y la Virgen María interceda por cada uno de nosotros para ser fieles al Evangelio de su Hijo Jesucristo y ser fieles a su Iglesia: La Católica.



    Yo creo, Señor; en Ti
    que eres la Verdad Suprema.
    Creo en todo lo que me has revelado.
    Creo en todas las verdades
    que cree y espera mi Santa Madre
    la Iglesia Católica y Apostólica.
    Fe en la que nací por tu gracia,
    fe en la que quiero vivir y luchar
    fe en la que quiero morir.



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